Nuestros libros, su materialidad y el contexto
Apuntes sobre la ecología de nuestros procesos
Una de las primeras sorpresas a las que nos confrontamos cuando (hace ya unos cuantos años) iniciamos nuestra actividad editorial es que la contabilidad nacional vinculase nuestra actividad a la esfera industrial. Cuesta verse como industria cuando la materia prima con la que trabajas (o crees que trabajas) son en realidad ideas. En nuestro caso la actividad editorial se ha vinculado siempre a una forma de militancia política, social, en lo esencial sin partido, que sitúa en el centro de sus preocupaciones mejorar la coexistencia de nuestra especie con el resto de seres que pueblan en planeta. La ecología, palabra comodín, a menudo tramposa, ensuciada tantas veces por intereses ajenos, ha estado siempre en el centro de nuestras preocupaciones. ¿Cómo contemplamos pues la relación entre una actividad industrial y esa ecología?
Hace unos pocos años, en una mesa sobre edición y ecología que ayudamos a organizar, un lúcido economista nos recordó que al analizar al detalle el impacto ambiental de un libro la intervención o no de bibliotecas en su vida seguramente fuese el elemento con mayor impacto. Si un libro se lee a lo largo de su vida cuatro veces en una biblioteca, el cómputo de su impacto ambiental ¿sigue dividiéndose por la unidad del objeto o por las cuatro lecturas efectuadas? O dando la vuelta a la perspectiva, ¿cuál es el impacto ambiental de un libro que es producido y nunca nadie lo leerá en su vida? Con esto queremos señalar algo fundamental para nosotros: la forma en que queremos analizar el impacto de nuestra actividad no puede sino considerar el sistema de relaciones y actividades donde se inserta el objeto producido. Limitarnos al estudio de los impactos de una unidad libro no tiene sentido.
Nuestro compromiso con los impactos ambientales de nuestra actividad se centra en considerar los siguientes puntos:
-cantidades: ¿cuál es el impacto de un libro fabricado y que nunca lee nadie? Lo comentamos antes. ¿Cuál es el impacto de una tirada de varios miles de ejemplares fabricados con los mejores certificados ecológicos si esos ejemplares están solo destinados a consumir almacenaje y antes o después terminar siendo reciclados para nuevas remesas de celulosa? Ajustar las tiradas y evitar producciones inútiles es el primer compromiso ambiental que toda editorial debería tomar. Aun así en todos sitios sigue valorándose como criterio positivo el volumen de una tirada. Y sin embargo, difícilmente podremos encontrar mayor gasto ecológico que el de esos libros nunca vendidos, que necesitan almacenaje (con sus gastos energéticos) durante años, y terminan en un nuevo gasto en su reciclaje final. Atinar con una tirada desde luego no está en la mano de ninguna editorial. Imposible adivinar el futuro o la acogida de un libro. Pero sí está en su mano reflexionar sobre las estrategias productivas o comerciales imponiendo sobre las mismas una cierta cautela y moderación. Todos hemos experimentado la aceleración que puede producirse sobre la colocación de un título cuando se acompaña con una campaña de comunicación exitosa. Ese éxito aparente presiona a menudo con fuerza sobre los stocks alimentando una demanda que en realidad no se ha producido. Las librerías quieren el libro aparentemente exitoso, pero las ventas no se produjeron aún. Redoblar apuestas así sin duda garantiza una mayor visibilidad y mayores posibilidades de ventas. Pero con ello no solo aumenta la dimensión de la apuesta económica sino el tamaño de la posible aberración económica. Moderación. Contención. Ofrecemos libros cuya existencia, cuya producción, solo se justifica por una posible lectura, no, por favor, por una estrategia comercial. Tal y como contemplamos nuestra actividad, nuestro primer compromiso ha de vincularse a una cierta frialdad, a un alejamiento de esas apuestas hiperproductivas, por mucho que algunas funcionen. En el extremo opuesto, multiplicar minitiradas para producir solo lo que sabemos se lee conduce a una locura de transportes que apenas nadie contabiliza. Todos erramos y sistemáticamente fabricamos pocos o demasiados ejemplares, pero nuestra empeño es analizar esa producción con calma, con moderación y paciencia; paciencia en su circulación, en reposición.
-distancias: conocemos una editorial canaria que producía en Sevilla y distribuía desde Madrid. O yendo más lejos, una bonaerense que produce en China y distribuye en España. O una parisina que produce en Lituania y distribuye desde Marsella. Producciones, además, como acabamos de mencionar, no hay solo una. No es lo mismo fabricar mil ejemplares y hacer un solo transporte desde la imprenta hasta la distribuidora que imprimir cien diez veces y ejecutar diez transportes. Como no es lo mismo centralizar almacenaje y distribución en un mismo lugar o introducir cinco, seis, diez, almacenes regionales que fuerzan a otros tantos transportes antes de librerías e inmobilizan stocks mínimos en cada ubicación. Los transportes, ruedas ocultas de nuestros libros, representan un gasto energético descomunal que ningún sello sigue. Solo la editorial lo conoce. Para limitarlos nuestra opción pasa por concentrar almacenaje y distribución sobre un mismo agente, que responde al conjunto de peticiones que lleguen desde librerías estatales.
-dimensiones: mucho se habla de fuentes ecológica por el ahorro de tinta que su diseño facilita pero ¿qué hay de las dimensiones mismas del libro? Todo libro se imprime sobre papeles de dimensiones relativamente estandarizadas que luego han de ser cortados y plegados de una forma u otra, hay muchas, pero cualquiera que sea, opera siempre un corte y un plegado que acarrean una cantidad de papel inservible. Cuando pensamos nuestros formatos pensamos también en ello, en limitarlos, y también en las cajas, esa otra forma de la celulosa que tanto nos acompaña, que tienden también a la estandarización, y que por un centímetro o dos de ancho o alto pueden contener una cantidad de libros, o justo el doble. Pensar y decidir nuestra actividad contemplando la vida posterior de los objetos, no los réditos comunicativos de un gesto u otro.
-utilidad: la madre del cordero a nuestro entender. Hagas lo que hagas, producir un libro implica gastos energéticos y ecológicos, unos más evidentes que otros y... ¿siempre merecen la pena? ¿Acaso alguien puede juzgarlo? Obviamente no. O más bien: esperemos que no. O más bien: no, si es desde fuera. Pero entre las personas implicadas en la producción, por favor, sí, pensemos más y mejor en la utilidad de nuestros libros, en su sentido, en su necesidad. Evitemos lo redundante, evitemos las páginas innecesarias, evitemos el papel que contiene más ego que mensaje. Moderemos la producción y pensemos nosotras, las únicas personas que podemos, en si realmente la destrucción que va a producirse como consecuencia de publicar un libro merece de verdad la pena. Si lo es, que no sea solo por dinero. Si lo es, que no sea solo por apariencia.
-lectura: el libro es tecnología aplicada. Códigos y materias transformadas para posibilitar esa lectura. Que queremos que esa lectura sea significativa ya lo dijimos. Que las lecturas pueden multiplicarse lo comentamos al principio. Y para que esas lecturas se multipliquen necesitamos estirar la durabilidad de nuestros libros. Este es sin duda el aspecto que más difícil nos parece controlar. Pero es una consideración que aún prima al decir, por ejemplo, si una cubierta lleva un peliculado protector o no. Quitarlo elimina un perjuicio directo, pero aumenta inevitablemente el porcentaje de libros deteriorados en librerías, invendidos, destruidos. La durabilidad de un papel u otro, la resistencia del objeto. La voluntad que puedan seguir leyéndose durante décadas o casi siglos.
-bosques: no estamos satisfechos con nuestro quehacer y suponemos que cuando lo estemos será el momento de cerrar. En relación a la materialidad de nuestros libros el futuro cercano lo marcan varios proyectos que involucran a diferentes asociaciones de ámbito europeo y varias alianzas estatales. Y dentro de esa nebulosa nuestro gran deseo es involucrarnos de cerca, lo máximo posible, con la gestión forestal que provee la materia prima que tanto consumimos. Nuestro sueño incluye cuando menos una información al detalle que hable incluso de los bosques donde crecieron las maderas que posibilitan nuestro trabajo. A máximos podríamos soñar con la cogestión de espacios silvícolas junto a otras editoriales...
-nubes: afortunadamente comienza a desvanecerse ese espejismo de desmaterialidad de todo lo relacionado con internet. Durante mucho tiempo se intentaron vender supuestas virtudes ambientales el libro electrónico. Es un discurso que ya casi nadie acepta. La proliferación de dispositivos de escasísima durabilidad y la voracidad energética de aquello que vulgarmente llamamos la red, o la nube, nos convencen de que ese no es nuestro lugar. Por necesidades específicas algunos de nuestros libros pueden ser adaptados a sus versiones digitales, pero nuestra labor es de edición en papel. Trabajamos pensando en el papel y seguiremos haciéndolo.
Quien lea todo esto con sospecha pensará, y aceptamos que así sea, que son solo palabras sin nada visible detrás. Intentemos poner pues un poco de concreción a varios compromisos:
- -nunca imprimimos fuera del Estado español,
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-guardamos un registro sobre el origen del papel empleado en cada ocasión, que en la práctica totalidad de casos es papel producido por papeleras estatales que recurren a celulosa en su enorme mayoría local,
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-nuestra distribución sigue un esquema centralizado y evita los almacenes intermedios antes de las librerías,
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-todos nuestros formatos están pensados para responder con austeridad a condicionantes concretos de fabricación destinados a eliminar el desperdicio de materiales,
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-el diagnóstico ambiental de nuestras prácticas se realiza en diálogo y colaboración con la Association pour l'écologie du livre francesa,
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-trazabilidad: si desea que le ayudemos a retrazar el camino que ha seguido alguno de nuestros libros hasta sus manos, incluyendo todos sus detalles de fabricación y distribución, puede solicitarlo por escrito a distribucion ( arr ) laovejaroja.es
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